Por Georgina Sierra, Directora de inversiones, Solventis.
El 11 de julio se celebra el Día Mundial de la Población, en el que se conmemora el día de 1987 en que la población mundial alcanzó los 5.000 millones de personas. Hoy somos algo más de 7.650 millones de habitantes y las proyecciones de Naciones Unidas (ONU) apuntan a que cuando termine este siglo seremos 11.200 millones. Este aumento va a recaer principalmente en África que, junto a Asia, va a ser una de las zonas más pobladas del planeta a finales del siglo XXI.

¿Habrá entonces recursos suficientes para satisfacer las necesidades de 11.200 millones de humanos?

Para el profesor Stephen J. Emmott, catedrático universitario y director de ciencias informáticas en Microsoft Research, la respuesta es obvia: «No». Emmott analiza lo sucedido en los últimos 60 años, en los que la población se ha más que duplicado y, tras observar las consecuencias de la llamada «revolución verde»* y del aumento desmedido del consumo sobre el planeta, concluye que nuestros nietos sufrirán los efectos de un profundo cambio climático que derivará en la escasez de agua y alimentos.

Quienes tachan a Emmott de agorero y apocalíptico, y no son pocos, confían en la teoría del «optimismo racional». Ésta sugiere que, gracias a nuestra inteligencia y creatividad, hemos sido capaces de crear una solución para cada problema y que en esta ocasión no será distinto. En el desarrollo de estas soluciones es donde pienso que vamos a encontrar oportunidades de inversión y elevados potenciales de crecimiento en el medio plazo. Ejemplos de ello son la obtención y producción de energías limpias no contaminantes, la mejora de la eficiencia de los procesos de producción, el desarrollo de técnicas para ahorrar agua y energía o nuevas tecnologías en el sector agroalimentario.

Sin embargo el profesor Emmott sostiene que ya es tarde para avanzar por ese camino. Llegados al punto actual de sobreexplotación al que estamos sometiendo los recursos del planeta, para cambiar el destino de nuestros nietos debemos cambiar nuestro comportamiento de forma radical. No basta, afirma, con reciclar el papel y el plástico o utilizar un coche híbrido. Para frenar el cambio climático y evitar el apocalipsis debemos CONSUMIR MENOS. Menos coches, menos bienes de consumo, menos camisetas de algodón, menos energía… Si el camino es este, hablamos de un mundo en el que la demanda se estanca y por tanto, tarde o temprano, también la oferta ¿Cómo obtener rentabilidad? En la mejora de los márgenes de explotación hay algo de recorrido, pero la reducción de costes tiene un límite. Desde mi punto de vista, este camino supondría un cambio de paradigma, pasando de un juego de suma positiva, en el que la tarta se hace más grande día a día, a un juego de suma cero, donde lo que uno gana lo pierde otro necesariamente.

Europa y América son dos de las regiones que más residuos y contaminación generan por habitante. También es donde ha nacido el llamado tiny house movement (o movimiento de las minicasas). Se trata de personas que han decidido que acumular ropa y objetos no les da la felicidad y a las que preocupa su huella ecológica. Si movimientos como este calan en la sociedad, las compañías en las que encontraremos valor serán las relacionadas con el reciclaje, la reutilización o la economía colaborativa, ya que serán capaces de aumentar sus ingresos a costa de los productores tradicionales.

Podemos esperar que la ciencia avance, pero ¿vamos a quedarnos de brazos cruzados y correr el riesgo de no dar con la solución a tiempo?

Fuente: City Wire (link)