Hace aproximadamente un mes, en este mismo espacio, reflexionaba sobre pequeños cambios que arrojaban una tenue luz al final de este largo túnel: leve mejoría en el sentimiento de los inversores hacia España –especialmente en los extranjeros–, moderada entrada de capitales foráneos, significativa mejoría en la balanza por cuenta corriente, aumento de nuestra productividad en relación con los países de nuestro entorno, etcétera.
Desde aquella fecha, los mercados parecen haber reflejado también esa leve mejoría: el Ibex35 se ha revalorizado un 5% hasta los 8.300 puntos, y la prima de riesgo española (la diferencia de rentabilidad entre el bono alemán a 10 años y su equivalente español) se ha reducido en más de 50 puntos básicos (pb), para alcanzar los niveles de 300 pb actuales.
Es cierto que esto es mejor que nada, pero si queremos salir del atolladero en el que nos encontramos es absolutamente imprescindible que la economía española crezca. Solo así conseguiremos frenar el drama del desempleo, hacer viables nuestras cuentas públicas, y eliminar nuevos riesgos, como los que se ciernen sobre nuestro sistema financiero derivados del continuo deterioro de su inversión crediticia y que, de continuar así, podría conllevar nuevas recapitalizaciones de las entidades más débiles.
La cuestión ahora es cómo frenamos el deterioro de nuestra economía y nos aproximamos al crecimiento, lo cual requiere abordar varios frentes. Sin ánimo de ser exhaustivos dado el espacio disponible, citaremos un par.
En primer lugar, debemos continuar con el proceso de consolidación de nuestro déficit público, pero con objetivos más prolongados en el tiempo (cosa que ahora Europa parece aceptar) y, sobre todo, enfocados más en el control del gasto que en el aumento del ingreso, por muchos motivos: diferentes estudios confirman que el impacto negativo en el crecimiento de una economía (el multiplicador) es mucho menor si se ataca el déficit por el lado del gasto que por el del ingreso y porque, por el lado del ingreso, el país ya no puede soportar más esfuerzo.
Me inquieta cuando oigo a algún político argumentar que nuestra recaudación es diez puntos porcentuales de PIB inferior a la media europea y sugieren, por ello, aumentar la presión fiscal. ¿Qué podemos esperar de la recaudación de un país que tiene un 27% de desempleo? ¿Les parecen moderados tipos marginales del IRPF del 56%? En resumen, hay que consolidar el déficit por el lado del gasto, abordando la reforma de la administración pública de forma inmediata y, probablemente y por desgracia, modificar el marco de las pensiones en España.
En segundo lugar, es absolutamente imprescindible que el crédito fluya hacia las empresas, pues sin financiación es imposible abordar nuevos proyectos y crear empleo, algo absolutamente prioritario. No parece factible que en el corto plazo dicha financiación proceda masivamente de la banca, afectada por los procesos de consolidación del sector en España, por los nuevos requerimientos de capital, por el difícil entorno… Por tanto, es necesario instrumentar un acceso mucho más eficiente de las empresas (especialmente las medianas) a los mercados de valores. Esta es la única forma de reducir la fuerte dependencia de la financiación bancaria, reduciendo así riesgos futuros en beneficio de todos. Paralelamente, yal objeto de que exista inversión, debe instaurarse un marco fiscal que otorgue notables ventajas a aquellos inversores que adquieran instrumentos emitidos por estas empresas, marco parecido al existente en países anglosajones, que tan buen resultado les ha reportado y que no se ha conseguido implantar en España ante la negativa de diferentes gobiernos, con una miope visión de futuro en este ámbito.
Y en esta tesitura, un marco fiscal favorable, agresivo, supone un mayor ingreso fiscal, pues al aumentar las posibilidades de financiación de nuestras empresas medianas, y por tanto de su inversión, también aumentan sus resultados, el empleo y la recaudación. Conseguir crecimiento, aunque sea moderado, es la única forma de reducir la prima de riesgo –y, por tanto, el coste de financiación de nuestras empresas–, nuestro endeudamiento, crear empleo y consolidar la evolución de los mercados de valores.